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Darío Gómez, el despecho y la industria de la conciencia

La muerte de Darío Gómez ha producido reacciones contradictorias. Por un lado están quienes lloran su muerte debido a que su música de alguna forma representaba el anhelo de un amor verdadero de las clases populares colombianas. La imposibilidad de amar en un mundo administrado era representado en la forma del despecho y la gente encuentra en la música de Darío Gómez, al mismo tiempo, la necesidad e imposibilidad de un verdadero amor.

Por otro lado, han surgido algunas reacciones que pretenden denunciar la pobreza cultural que su música supuestamente representa. Si bien estas fueron opacadas por la noticia de la muerte del cantante, requieren ser analizadas más detenidamente. La contradicción entre la organización de la experiencia popular en forma de una descalificación cultural y, al mismo tiempo, en la capacidad de reunión tiene esta bajo un objeto de identificación común es reflejo del funcionamiento contradictorio de la esfera pública.


Esta requiere un lenguaje especializado, técnico sobre asuntos científicos, artísticos e incluso económicos. Sobre estos temas se establecen los fines de la sociedad en su totalidad. La poca formación cultural de la gente y su lenguaje cotidiano no-especializado lo haría incapaz de la participación en la elección de dichos fines ¿Qué tiene que ver el despecho con la organización de la sociedad? Se pregunta el frío e ingenuo técnico. La esfera pública tiene en su centro la exclusión del lenguaje de la vida cotidiana del populacho, de la gran mayoría de la población, con lo cual estos problemas concretos no adquieren nunca una tematización pública y política.


Sin embargo, Darío Gómez recoge sentimientos que sólo pueden ser expresados de la forma más certera y efectiva bajo las palabras cotidianas, las palabras del día a día de aquel grupo de personas que se logran reunir y reconocer mutuamente alrededor de las copas de aguardiente. Incluso los sentimientos requieren de su esfera pública, pero el lenguaje estático y la dominancia de otros ámbitos como la economía y el derecho oscurecen la necesidad de esta. En lugar de percibir la añoranza por el amor en un mundo administrado donde este ya no es posible, se prefiere descalificar la experiencia que su música representa como simple infantilismo. Esto no debe llamar a engaños...



La identificación inmediata de la experiencia popular con la música de Darío Gómez no es por sí sola expresión de liberación o de la construcción de una experiencia consciente de las condiciones de las clases populares. Al haber demostrado su capacidad de valorizar el capital, su música ya queda abstraída de las condiciones materiales de la crudeza del amor contemporáneo.


En ese sentido, el desdén por la música popular manifiesta la necesidad que tiene la sociedad capitalista de pre-organizar el mayor número de disposiciones humanas posibles y las compartimentaliza en espacios de validez específicos. Estos espacios poco o nada tienen que ver con la auténtica expresión de las emociones populares. Nuevamente, estas quedan confiscadas y convertidas en meras funciones económicas: consumidores de música popular. Ya no se trata de que la música denuncie la imposibilidad del amor en un mundo administrado, sino que el despecho se convierte en una herramienta de consumo.



La industria de la conciencia es entonces capaz de utilizar el despecho como una materia prima; como una disposición de la experiencia del sujeto para convertirlo y programarlo en mercancía. La transformación de la música de Darío Gómez con el tiempo, puede incluso dar muestra de ello.


Mientras que en un principio, sus canciones representaban la resignación, el dolor y el despecho como sentimientos humanos opuestos a la estructura de las leyes del mercado a los ritmos del trabajo.

“Todo lo acaban los años
Dime, ¿qué llevas tú?
Si con el tiempo no queda
Ni la tumba, ni la cruz”

Con su acelerada introducción a las disqueras y a la estructura de la industria de la conciencia, el desamor se convirtió en mera mercancía: se elimina lo desconocido, se evade el error y se conoce cuál es la solución.

“Que me traigan guaro
Cerveza y licor
Y que vengan viejas
Pa' pasarla cabrón”

No obstante, ese cambio no se reconoce de forma directa e inmediata. El despliegue del estilo musical de Darío Gómez parece ser el mismo desde el principio hasta su final. Lo que encubre la música popular no es tanto una falta en la composición, sino más bien cómo la experiencia cotidiana en relación a la esfera de la industria musical oculta ya el germen de la racionalidad instrumental. El contexto de vida del sujeto integrado por el sentimiento del despecho, el dolor, y el sufrimiento, podría cristalizar un rechazo al mundo en el que vivimos. Sin embargo, esta fuerza se ve sustancialmente transformada sin que por ello aparezca así en la conciencia de las personas que cantan, sienten y lloran estas canciones.


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